XIX Trofeo McDonalds. Partido 5
Lucha de gigantes.
Habrá quién haya pensado en Antonio Vega al leer el titular del quinto partido del XIX Trofeo McDonalds, ya que ‘Lucha de Gigantes’ es el título de una de sus famosas composiciones para Nacha Pop. Nada más lejos de la realidad. El autor de ‘La chica de ayer' y otros delicados temas no habría sido una adecuada banda sonora para un duelo que más bien fue una confrontación entre dos mastodontes del rock.Los Prepago salieron al escenario al ritmo de las eléctricas guitarras de los AC/DC. Uno se podía imaginar el 'Thunderstruck' sonando en la pista mientras los telefónicos no daban otra opción a sus rivales que abandonar el escenario y dar el enfrentamiento por perdido, o taparse los oidos para no escuchar el atronador juego de los oscuros. Claro que también habrían tenido que taparse los ojos para no ver la cantidad de goles que les estaban endosando.
Pese a ello los pimentoneros habían conseguido tres goles gracias a una efectividad de cara a puerta casi total, pero aún así era insuficiente, Los Prepago estaban cuajando una de las mejores actuaciones colectivas que se recordaban en años, y una buena muestra de ello es que los colorados, pese a ir por debajo en el marcador, decidían recular y renunciar a su gran arma, la presión en campo contrario. Tampoco cambiaría nada. Los prepaguianos seguían goleando en su camino hacia la historia y lograban el 10-3 cuando quedaba casi medio partido por delante.
Lo bueno de que quedara tanto tiempo es que Los Pimentones aún tenían tiempo de participar en este histórico concierto, así que agarraron las guitarras y comenzaron como el 'Enter Sandman' de Metallica, poco a poco, hasta acabar acongojando a un rival que aún tenía el recuerdo de hace quince días, cuando un 7-1 favorable casi se convierte en pesadilla. Cuando llegaron los dos primeros goles colorados ningún telefónico quiso reconocer que había un poco de miedo, pero nadie pudo negarlo cuando el aluvión de ocasiones puso el marcador 10-8, gol en propia puerta incluído. Aculados ante el portero-jugador, y con un ojo en la pista y otro en el reloj, ese equipo que había rozado la excelencia sufría ante otro que la estaba consiguiendo ahora, pero que jugaba con fuego. Y se acabaría quemando en la última jugada del partido, y ya con los de la siguiente hora en la banda, cuando Álvaro marcara el definitivo 11-8, el gol que suponía el fin de una memorable lucha de gigantes.
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