XVI Trofeo McDonalds. Partido 1

La caída del Imperio Pimentonero.

El XVI Trofeo McDonalds se iniciaba en un periodo de dominación pimentonera. Pasaban los partidos y los campeonatos y el ejercito rojo no doblaba la rodilla en ninguna batalla, extendiendo su domino de una forma que recordaba al Imperio Romano. Un imperio que fue tan grande como lo fue su caída a manos de vándalos y visigodos.

En el caso del Imperio Pimentonero estaba claro que su caída sería a manos de su único enemigo, el ejercito prepaguiano. Lo que restaba por determinar era el cómo y el cúando, aunque los telefónicos tenían intención de que fuera en este mismo duelo, dado el fulgurante inicio de una escuadra que incluía un par de soldados de fortuna, y que desnudaba a su rival con un inicio arrollador (2-0).

Antes de que tuvieran tiempo de reaccionar, los rojos encajaron un nuevo gol que por fortuna fue compensado con un autogol telefónico. Algo en cualquier caso insuficiente ante la inspiración de Álvaro finalizando el trabajo del resto de esforzados prepaguianos. Pese a los esfuerzos de Ángel por evitarlo, tras el 5-1 todos creían haber acabado con el mito pimentonero.

Y así habría sido de no ser por la grandeza de los rojos y su legendario espíritu, reflejado en los dos goles de raza de un Ramón que incitaba a su equipo a seguir presionando, algo que hicieron hasta acongojar a un rival que tuvo que demostrar de qué material estaba hecho cuando Kike estableció el trepidante 5-4. Y esta vez, y dejando aparte la polémica (ver incidencias), los prepaguianos fueron fuertes de espíritu y, con dos estocadas al contraataque (7-4), acabaron con un periodo de doce partidos de dominación.

Incidencias.

Partido disputado el 12 de Enero de 2015 a las 20:00 horas en la pista 11 del Barnés, y con una sorprendentemente agradable temperatura. Pese a que había anunciado su ausencia por motivos laborales, David finalmente hizo acto de presencia, no se sabe muy bien si por extender esa racha que ahora ya supera los 100 partidos consecutivos, o previendo que este era el día en que su equipo rompería la maldición. Algo que quizá no habría ocurrido si se hubiera pitado penalti por empujón a Nico justo cuando el partido estaba en su momento álgido (5-4). El señor Miñarro fue tan poco vehemente en su petición que sus compañeros no se animaron a acompañarle en la protesta. Quizá no era para tanto, como opinaban los blancos en el post-partido, o quizá es que al hombre le apretaban esos calcetines del trabajo con los que hemos sabido que disputó el partido. Nada en cualquier caso como lo de ese otro jugador que, años ha, se desprendió de los calzoncillos y los ondeó al viento...