VI Trofeo McDonalds. Partido 4
El Titanic se hunde en el Mar Rojo.
El pasado Viernes por la noche una embarcación naufragaba durante lo que en principio iba a ser una agradable travesía que inauguraba una nueva ruta denominada Sevale. Afortunadamente los marineros no sufrieron ningún percance más alla del inesperado susto, pero aún así dos de ellos (Felipe y Francisco) se buscaron este Lunes otro navío y rechazaron la invitación de volver a embarcar con el resto por muy bien que pintara el viaje para los cuatro tripulantes del barco bautizado hace un año como Los Prepago.Y es que Kike, Fran, Fidel y David no podían imaginarse que ni la ayuda de Ángel y Carlos II, ni un horizonte despejado de guardametas en la portería ajena, serían suficientes para llegar sanos y salvos a un destino victorioso en el cuarto partido del VI Trofeo McDonalds. Por mucho que nada más levar anclas cayeran los primeros goles, también cayó un primer chaparrón con un tanto en propia puerta que nadie podía pensar entonces que sería el preludio de la tormenta perfecta.
Porque con 1-3 los pimentoneros percibieron claramente que si querían hundir a su enemigo tenían que mantener el balón lejos de su huérfana área. Y practicaron una presión tan intensa que durante media hora nadie se acordó del ausente Jose. Las oleadas de jugadores colorados ahogaban la salida de pelota azul e inundaban el área de un Fran que no daba abasto para achicar tantas ocasiones.
Rodeados de una densa cortina de agua, los marineros azules apenas podían mantener el barco a flote, y mucho menos podían pensar en avanzar hacia la portería rival. El desastre se cernía con goles como el de Alberto, que actuando como portero recorría todo el campo con el balón hasta acabar fusilando sin oposición a Fran, o la Messiada de Francisco que se regateaba a todo el equipo antes de marcar, y así nadie podía evitar que Los Pimentones completaran su merecida remontada. Los exhaustos y desmoralizados prepaguianos ya perdían por 5-3 cuando volvieron a dar alguna señal de vida, pero no había nada que hacer. Los jugadores rojos parecían más altos, más rápidos, más fuertes y hasta más guapos, y su única preocupación parecía ser competir por lograr un gol aún mejor que el de Francisco, mientras que su rival bastante tenía con no abandonar el campo ni abandonarse, cayendo al menos con un honorable 9-5.
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