XX Trofeo McDonalds. Partido 2
Los Prepago capturan a su Moby Dick.
Hasta hace no mucho tiempo, el equipo de Los Pimentones podía compararse con una sardina. Raro era el lunes que el barco de Los Prepago salía a faenar y no regresaba a casa habiendo pescado algo. Solo era cuestión de extender sobre la pista sus redes, y en ellas casi siempre caía algún empate o una victoria. Pero eso se acabó cuando el pez chico mutó en un gigantesco cetáceo imposible de capturar para unos prepaguianos que, desesperados, lo iban a volver a intentar en el segundo partido del XX Trofeo McDonalds.Sin embargo la tripulación había empezado a flaquear tras casi dos meses de navegación infructuosa, y el Capitán Fran Ahab se había visto obligado a reclutar a dos nuevos marineros para la expedición. En la popa un experimentado lobo de mar como Carlos, mientras que en la proa un nuevo marinero llamado Antonio con fama de buen arponero. Ambos iban a comprobar pronto por qué Moby Dick resultaba una presa tan temible.
Fran y Pedro dejaban un pequeño hueco sin cubrir en la popa, y por ahí Carrillo daba el primer coletazo rojo. Andrés también encontraría un punto débil en la ballena, y justo ahí lanzaría el primer arponazo exitoso (1-1) que sin embargo sería una excepción. Porque ambos contendientes dedicaban sus mayores esfuerzos a protegerse de su enemigo y, aunque los oscuros tuvieron un desliz que Felipe aprovechó (1-2), lo cierto es que la mayor parte de los ataques eran de unos prepaguianos que sin embargo no lograban que sus arpones penetraran las carnes pimentoneras.
Hasta que tras muchos minutos de batalla, Carlos y Álvaro se inventaban un exitoso tuya-mía (2-2) que animaba a una tripulación telefónica que creyó acabar con el gigante cuando Antonio se revolvía y clavaba su arpón bien arriba (3-2). Sin embargo, el cetáceo seguía vivo y coleando con una fuerza que habría asustado a cualquiera, incluso a unos aguerridos oscuros que, presa de los nervios, no pudieron esquivar la embestida de Carrillo (3-3) cuando el tiempo ya agonizaba. Hacía falta un hombre valiente y ese fue un Pedro que, echando a correr con el balón en los pies como única arma, y con los jugadores rivales abriéndose a su paso, se plantó ante Ángel para mirarle a los ojos y clavarle el gol definitivo. Lo primero lo consiguió. Lo segundo no. Pero ahí apareció Álvaro para remachar con la cabeza (4-3) su captura más preciada, la gran ballena roja.
Comentarios